viernes, 1 de noviembre de 2013

Gabrielle Émilie Le Tonnelier de Breteuil

Gabrielle Émilie Le Tonnelier de Breteuil,
Marquesa de Chatelet (1706-1749)


Émilie de Breteuil nació en 1706, en pleno reinado de Luis XIV, el Rey Sol, y en un entorno donde no le faltaba casi nada. Su padre Louis Nicolás, a quién el rey nombró introductor de embajadores, contrariamente a los usos de la época (y a la opinión materna) le dio a su hija la oportunidad de adquirir conocimientos, como si fuera un varón más; incluso recibía clases de esgrima, aparte de equitación y gimnasia.
Era costumbre en su tiempo que sólo estudiaran los varones y que las mujeres, al cumplir los siete años, fueran enviadas a un convento para ser educadas allí con las tareas propias de una dama: se descuidaba, por ejemplo, la escritura o la lectura, pero se les enseñaba danza, canto, bordado, tejido y catecismo. Con eso y una dote, ya tenían a las mujeres listas para casarse y tener hijos.
  Émilie no sólo era curiosa, sino muy inteligente y enseguida se destacó en los idiomas, a los 12 años dominaba el español, el alemán, el italiano y el inglés, además de traducir textos en latín y griego.
   Cuando Émilie cumplió los 19, sus papás la casaron con Florent Claude, marqués de Chatelet-Lamon  y ella continuó su vida de casada noble y rica, sin olvidarse de seguir estudiando, que era una actividad placentera para ella.
  A los 27 años, le comunicó a su marido el deseo de vivir por su cuenta, el cual aceptó. Pero siguió casada y disfrutando de su posición económica y sin custodia marital.
   Émilie se dedicó con más intensidad a los estudios y a ello la ayudó un matemático destacado, Moreau de  Maupertuis, que también fue amante suyo.
   Las sesiones de la Academia de ciencias eran un privilegio masculino, si ella deseaba saber qué se había hablado en alguna de ellas, tenía que esperar a que se lo contasen en su casa.
Los comentarios sobre las sesiones de la academia continuaban en un café cercano, en donde las normas antifeministas prohibían a las mujeres el acceso a las reuniones. Entonces, ella decidió ir a ver a Maupertuis al Café Gradot, vestida de hombre.
  Voltaire, al que Emilie conocía de las fiestas organizadas por sus padres, la acompañó en el concurso organizado por la Academia de las Ciencias francesa destinado a ensayos sobre la naturaleza del fuego. Pero poco después, la marquesa decidió experimentar por su cuenta y presentar una memoria propia, de modo independiente. El escrito de Émilie se titulaba Dissertation sur la nature et la propagation du feu, y en él ya aparecían puntos de vista leibnizianos y deducciones de primera línea: por ejemplo, sostenía que los rayos lumínicos de distinto color no proporcionan el mismo calor.
   En 1740 se publicó, las Institutions de physique, que era un libro de divulgación, pensado para su hijo, sobre los principios de la física. Se trata de una síntesis brillante de Descartes, Leibniz y Newton. La obra estaba tan bien escrita que la marquesa fue nombrada por ello miembro de la Academia de Ciencias de Bolonia.
  La gran tarea de la marquesa es reconocida, sobre todo en Francia, por la traducción completa y comentada de la obra de Newton, los tres tomos de Philosophice naturalis principia mathematica, que publicó en latín en 1687 y de la cual hizo después tres versiones más completas; la tercera es la que le sirvió de base a la marquesa para su traducción.
   Para la dificultosa tarea de traducir Principia se necesita tener un gran conocimiento de la matemática, ya que la obra original es un  tratado matemático en latín con muchas figuras y fórmulas y no son fáciles de entender. De hecho, tras la traducción al francés de la marquesa nadie más  ha realizado otra.
Con ello hizo una contribución de fundamental importancia al avance de la revolución científica.
  Tras la muerte de Émilie, en 1749, Voltaire dejó escritas estas palabras: “No es una amante lo que he perdido sino una mitad de mí mismo, un alma para la cual mi alma parecía haber estado hecha”.

Federico II escribió: “He perdido un amigo de 25 años, un gran hombre que no tenía otro defecto que ser mujer y que todo París echa en falta y honra”.

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